martes, 9 de marzo de 2010

Terremoto amarga adiós pero no popularidad de la primera presidenta de Chile

09-03-2010 / 17:50 h

(CHILE) POLITICA,GOBIERNO

La conciencia popular dio un mentís a los analistas y expertos que vaticinaban un incierto futuro político a Bachelet tras las imágenes de saqueos y errores gubernamentales en el manejo de la crisis.
Al final de su mandato, un 84% de los chilenos aprueban la gestión de Bachelet, según una encuesta hecha después de la catástrofe por Adimark, una consultora vinculada a la derecha que midió mensualmente la popularidad de la mandataria desde que llegó a La Moneda, en marzo de 2006.
El terremoto amargó su despedida, pero, de acuerdo con la fotografía social que suponen las encuestas, el futuro de Bachelet sigue iluminado por una eventual candidatura y la elección para un nuevo mandato en cuatro años más.
De hecho, en localidades arrasadas por el sismo, podía verse a damnificados que lo habían perdido todo avivando a la mandataria.
El fervor popular sobrepasó a los analistas que, tras los errores frente a la crisis, dieron por acaecida la muerte política de Michelle Bachelet, aunque según recordó a Efe el analista Manuel Hidalgo, sólo la muerte física termina con la carrera de un político.
Bachelet ha dado muchas muestras de su capacidad para levantarse tras recibir golpes: al comenzar su gestión, en 2006, debió remar contra la corriente en un país donde pocos parecían tomarla en serio.
Cuatro años después, esta pediatra de 58 años parece haber despejado todas las incógnitas sobre la presencia de una mujer en La Moneda, cuya aprobación, a mediados de 2007, no llegaba al 40 por ciento.
Su mandato partió resquebrajado por crisis heredadas, como la del Transantiago, el nuevo sistema de transporte público de la capital; casos de corrupción, como los dobles sueldos de altos cargos ministeriales, o los malos manejos en empresas estatales durante el gobierno anterior.
Bachelet, que ya había mostrado su templanza durante la dictadura de Pinochet, cuando fue encarcelada y torturada junto a su madre y sufrió la muerte de su padre, un general opositor al golpe de 1973, derribó un obstáculo tras otro y se asentó como una gobernante respetada y querida.
Una reforma social que incorporó a millones de chilenos hasta entonces marginados a beneficios estatales en seguridad social, salud, vivienda y educación y su presencia constante en cada ciudad, pueblo o villorrio del país para escuchar a la gente fueron sus herramientas.
Pensiones para las dueñas de casa, bonos acumulativos para las madres, vacaciones para los adultos mayores, la multiplicación de salas-cuna y jardines infantiles, de la alimentación escolar y becas estudiantiles y mejores viviendas sociales contribuyeron a su creciente popularidad.
Contribuyó, además, una política económica que, sin grandes cifras en los indicadores, se proyectó también hacia lo social, con medidas que ayudaron a un reparto de la riqueza algo más equitativo, en un país que en 20 años cuadruplicó su producto hasta más de 170.000 millones de dólares.
Esa política le permitió manejar de forma ejemplar la última crisis internacional, gracias a recursos ahorrados por el alto precio del cobre y que le permitirán, incluso, legar a su sucesor 25.870 millones de dólares en reservas internacionales y un potencial de crecimiento de hasta un 5,5% para este año.
No es poco para quien, según propia confesión, concentraba "todos los pecados capitales" por ser mujer, socialista, separada y agnóstica, en un país donde el conservadurismo y el machismo están fuertemente arraigados.
En ese contexto, la primera presidenta de Chile saldrá de La Moneda con el dolor de la catástrofe, pero políticamente ilesa.
La orfandad de liderazgos que, después de 20 años en el gobierno, muestra la coalición de centroizquierda derrotada por Sebastián Piñera fortalece esa posibilidad, según diversos analistas.
El terremoto pudo ser un revulsivo aciago para Bachelet, por factores como la ausencia de una oportuna alerta de tsunami o la demora en declarar el estado de excepción e instalar mandos militares en las zonas afectadas, todos profusamente difundidos por los medios.
Un llamado a la comunidad internacional a enmarcar su ayuda en una lista de necesidades fue interpretado como una "arrogante" negativa a recibir auxilio, con la consiguiente secuela de editoriales, columnas y opiniones críticas hacia Bachelet.
Pero los chilenos pudieron ver a una Bachelet omnipresente en las zonas afectadas, dialogado con los damnificados y supervisando personalmente la distribución de ayuda, mientras ocultaba el dolor propio por la pérdida de su tía Alicia Bachelet, fallecida de un infarto durante el terremoto.
La gestión de la primera mujer presidenta de Chile seguirá, seguramente, sometida al bisturí de los analistas. La incógnita, según Hidalgo, es si protagonizará más capítulos y si realmente los necesita para pasar a la historia como una genuina líder y no como una simple circunstancia. EFE
 ABC

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