jueves, 14 de abril de 2011

Por la reconquista del Partido para una política socialista - Manuel Almeyda

   En un período de profunda crisis económica mundial y además nacional, por la caída del precio y producción del salitre, con nefastas repercusiones sociales de cesantía, miseria y de conflictos sociales, y de la no menos convulsionada coyuntura política de entonces nace el Partido Socialista de Chile.

   A raíz de la crisis del régimen parlamentario que estalla con la doble intervención militar durante el período presidencial de Arturo Alessandri, del abortado gobierno de Emiliano Figueroa, de la dictadura de Carlos Ibáñez y de la caída del impotente gobierno del jurista Juan Esteban Montero, por la presión militar liderada por el coronel Marmaduque Grove, se instala la República Socialista que en solo doce días dio muestras de su compromiso político con el pueblo, de su voluntad democratizadora y de reforma del régimen económico-social imperante.

   El respaldo de entonces a las ideas socialistas, sustentadas por diversas agrupaciones políticas, se manifestó claramente en el gran apoyo popular y de los trabajadores organizados que concitó la candidatura presidencial de Grove, que superó la de algunos partidos tradicionales, aunque fue derrotado por Arturo Alessandri que iniciaría su segundo gobierno, no ya de reformas claramente progresistas, como el de su anterior período, sino que abiertamente reaccionario.

   Estaban entonces dadas las circunstancias políticas y sociales para la creación del PS que aparecía como la instancia capaz de conducir la acción política en defensa de los intereses de los trabajadores manuales e intelectuales, de los estudiantes y del pueblo en general.

   La dirigencia del partido recayó en quienes participaron en la República Socialista y fue ahora liderada por Oscar Schnake, Grove y Carlos Alberto Martínez. Era el 19 de Abril de 1933. Seis meses después en su primer Congreso, el Partido se definía marxista, aprobaba su primer programa y elegía su primer Comité Central y su Secretario General: Oscar Schnake.

   Ya a poco andar, de su abigarrada trayectoria de casi ochenta años, el PS hasta nuestros días ha sido tal vez el partido que más expectativas, frustraciones, éxitos y fracasos ha dejado escritos para la historia política del país.

   Para enfrentar la contingencia política sus decisiones y conductas no solo han dependido de las urgencias y oportunidades objetivas de la coyuntura, sino que también de los avatares de la política internacional y a veces muy gravitantemente de las tendencias ideológico-políticas dominantes al interior del Partido.

   Es así como hemos asistido al ensimismamiento paralizante, a alianzas con partidos de izquierda o solo marxistas o con partidos de centro e incluso con cualquiera que estuviera dispuesto a luchar por la democracia.

   El análisis de los éxitos o fracasos políticos para el país y de los efectos al interior del partido desde su fortalecimiento orgánico, prestigio y gran apoyo popular hasta la inoperancia, la debacle electoral, la sangría por motivaciones políticas o solo personalistas e incluso las divisiones como las cooptaciones con fuerzas afines, han sido
tarea para historiadores y sociólogos y muy útiles para la política y no tanto para los políticos.

   Hoy día se dan condiciones favorables para comprender que muchas veces el empecinamiento en posiciones más reformistas o porfiadamente “ideológicas”, causaron daño al partido y no se tradujeron, cualquiera que fuera la dominante, en políticas siempre acertadas para los trabajadores y las clases postergadas del país.

   El Partido desde la recuperación de la democracia, integrando la Concertación, ha sido gobierno durante dos décadas sumido en el estilo de capitalismo neoliberal que domina gran parte del mundo occidental desarrollado y que desde los años cincuenta en todos los países oscila entre opciones más derechistas o izquierdistas demostrando la incompetencia del sistema para enfrentar con eficacia persistente las carencias ideológicas, éticas, económicas y políticas del sistema. 

   La tarea fundamental del Partido, precisamente por esas incompetencias, es abrirle paso a uno más justo y solidario de carácter socialista que asegure progreso sostenido.

   En esta posición, que implica la superación del capitalismo, están con variantes, no incompatibles, diversas fuerzas políticas, dentro y fuera de la Concertación.

   No es realista ahora conseguir propósitos de esa naturaleza que no sea por causes democráticos por lo que el acuerdo primordial de las fuerzas progresistas es el de lograr el perfeccionamiento del sistema electoral de tal modo que permita en el parlamento, la representación proporcional de todas las fuerzas políticas y el de la participación directa de la ciudadanía en cada vez más temas y decisiones que le atingen directamente.

   Sin estos logros so será fácil inclinar la balanza del sistema imperante hacia posiciones y conquistas progresivas de izquierda que, aunque justas, no terminen por detener y deteriorar el progreso logrado. Estamos asistiendo hace rato al fracaso o parálisis del llamado estado de bienestar y a su reemplazo por gobiernos de derecha que obligan al trabajo a producir más plusvalía y a los trabajadores, por lo tanto, a disminuir su calidad de vida y esperanza de superación.

   El Partido debe tomar conciencia de este incesante columpiarse entre posiciones antagónicas a que somete el sistema capitalista en vigencia y que incluso a veces se interrumpe provocando crisis profundas, periódicas y cada vez más frecuentes cuya solución siempre descansa proporcionalmente más sobre los hombros de los que no las provocaron: los trabajadores.

   Persistir en las mismas andanzas es la diabólica dinámica del sistema. Dejar de volver al columpio o bajarnos de él, es la tarea nuestra.


No es fácil, pero hay que comenzar, al menos:

-          Recuperando el prestigio de cada uno de los partidos de la Concertación y del conglomerado en su conjunto: saneando la vida interna de cada uno, y restableciendo la disciplina, y cumpliendo entre los partidos los compromisos acordados y realizando una oposición concertada, firme, responsable y propositiva, no privilegiando las escaramuzas inconsistentes, como a menudo ocurre, con el afán de protagonismo personal que desprestigia la política.

-          Impartiendo educación política en la comunidad, empezando por los jóvenes, los trabajadores y por quienes participan en organizaciones civiles humanitarias y ambientalistas, para involucrarlos activamente en los destinos del país. En suma hacer de todos los potencialmente progresistas, agentes políticamente revolucionarios.

-          Logrando ampliar la Concertación con fuerzas de izquierda democrática o al menos concordando con estos acuerdos políticos que permitan construir un conglomerado o meramente un pacto electoral capaz de arrebatarle el poder a la derecha, abriendo así el camino para un gobierno dispuesto a promover cambios políticos substanciales.

   Éstas, por supuesto, son solo algunas propuestas, pero fundamentales para esta magna tarea.

   Ojalá en nuestro Congreso Eugenio González Rojas, su inspirado pensamiento ideológico vuelva a cautivar la conciencia de los socialistas y la inquebrantable voluntad de Salvador Allende por hacerlo realidad, lo haga suyo el Partido.  




Manuel Almeyda M.

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