En Chile aún se ignora la magnitud de la solidaridad internacional contra la dictadura, obtenida gracias al trabajo incansable de los exiliados. Sin su compromiso, probablemente la dictadura militar habría sido mucho más duradera.
He seguido con mucho interés las Conversaciones sobre el Exilio que se realizan en el Museo de la Memoria. Para aquellos que se han perdido las presentaciones y para los que vivimos en el exterior se puede acceder a las grabaciones a través de la página web del museo.
Quisiera sumarme al debate, centrándome en un aspecto sobre el cual no se ha escrito suficientemente: la contribución de los exiliados para que Chile volviera a la democracia. En efecto, realizaron una destacada labor de denuncia y solidaridad en el exterior para derrotar a la dictadura.
La represión contra el liderazgo de la Unidad Popular, así como el intento fallido de varios partidos de resistir como organizaciones clandestinas (debido a que fueron diezmados), transformaron a los exiliados en el más efectivo frente de lucha contra la dictadura, al menos hasta 1982.
Pinochet usó el destierro para sofocar la acción política, pero una vez afuera los exiliados se organizaron y crearon asociaciones de solidaridad con Chile en los países de acogida. La principal actividad fue, sin duda, la de denunciar a la dictadura y las violaciones a los derechos humanos en Chile, a través de marchas, actos públicos y cartas a los diarios. Gracias a toda esta estrategia mediática, los comités de solidaridad consiguieron movilizar a las sociedades, los gobiernos y los parlamentos de los países de acogida a favor de su causa.
Ayudaron a salvar a prisioneros o compatriotas perseguidos, mediante campañas ante gobiernos y organismos internacionales. Muchas veces financiaron directamente la salida de esos chilenos en peligro de muerte. Realizaron huelgas de hambre como expresión de protesta ante algún hecho inaceptable que ocurría en Chile o para salvar vidas de nacionales presos y en peligro de muerte o desaparición.
En innumerables ocasiones se realizaron peñas, recitales, presentaciones de teatro u otras actividades, a las que asistía numeroso público, que arrojaban beneficios considerables. El dinero recolectado luego era enviado a Chile, para sustentar a familiares de prisioneros políticos, a viudas o hijos de desaparecidos, así como para costear el trabajo de los partidos políticos y las actividades que se realizaban contra la dictadura militar.
Los exiliados crearon y establecieron vínculos con organizaciones políticas, culturales, religiosas, sociales, entre otros, y se insertaron en ellas para aportar al desarrollo de la causa chilena. La amplia gama de actividades mezclaba muchas veces la acción propiamente política con las actividades culturales, sindicales, deportivas u otras.
En efecto, gracias a las diversas manifestaciones culturales se dio a conocer Chile a un público más masivo y se logró sensibilizar a la opinión pública internacional respecto a las violaciones de los derechos humanos, lo que mantuvo y aumentó la solidaridad en múltiples países.
Por otro lado, los exiliados realizaron innumerables marchas de protesta, por las calles de múltiples ciudades del mundo, contra la dictadura y en solidaridad con los chilenos que en el país luchaban por la democracia. Los tradicionales desfiles de protesta los días 11 de septiembre de cada año se realizaron por todas las capitales del mundo frente a las embajadas y consulados chilenos.
Fue muy importante el lobby que realizaron los exiliados en varios países con los organismos internacionales para mantener la vigilancia de los derechos humanos. Consiguieron que la Asamblea General de la ONU condenara, por amplia mayoría, la violación de los derechos humanos en Chile. Las condenas sucesivas a lo largo de los 17 años de dictadura contribuyeron al aislamiento internacional de la junta militar.
Por cierto, la solidaridad de los exiliados se mantuvo con el plebiscito de 1988 y la subsiguiente elección presidencial. Colaboraron con dinero para estas campañas y efectuaron un cabildeo intenso y eficaz ante organismos internacionales, gobiernos y parlamentarios de todo el mundo, para que participaran como testigos y garantizaran la realización limpia de estos procesos eleccionarios.
En Chile aún se ignora la magnitud de la solidaridad internacional contra la dictadura, obtenida gracias al trabajo incansable de los exiliados. Sin su compromiso con la suerte del país, probablemente la dictadura militar habría sido mucho más duradera. Es más, la constante lucha de los exiliados aportó considerablemente a la derrota de la dictadura, lo que debiera ser deb
Diego Avaria
Doctor en relaciones internacionales, Ph.D. The Graduate Institute Geneva.idamente reconocido.
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