sábado, 6 de noviembre de 2010

Debate: Preguntas y respuesta Manuel Almeyda: Respuesta a Tito Benado

Muy pertinentes y oportunas me parecen las interrogantes planteadas recientemente por mi compañero y amigo Tito Benado.
 
   Coincido plenamente con su análisis del devenir político y teórico de los partidos socialistas y socialdemócratas, que parecen ya no aspirar a una auténtica (revolucionaria) superación del sistema capitalista.
 
   No sólo en Chile, en que esta sospechosa involución se hizo evidente al transitar hacia la democracia post dictadura, sino que también y muy especialmente, como lo señala Tito, en los países europeos. En éstos, esos partidos que se han acomodado al régimen neoliberal imperante y olvidado su propósito y proceder político de paulatina superación del régimen capitalista, que les permitió durante varios años conquistar un bienestar social como nunca antes, no son ahora ni siquiera capaces de mantenerlo.
 
   La debacle del “socialismo real”, que sirvió para estigmatizar el pensamiento revolucionario, sin duda que ha gravitado en la convicción progresiva de muchos sectores de que la justicia social puede lograrse con medidas que mejoren el sistema y sanciones severas para combatir sus abusos.
 
   Los partidos comunistas, que fueron poderosos e influyentes social y políticamente en muchos países, incluso en Chile, han devenido en partidos de limitada convocatoria al parecer ser incapaces de ofrecer alternativas revolucionarias que superen los errores ideológicos y políticos que malearon su destino. Los países actualmente “comunistas” o padecen su régimen político opresivo y su estancamiento económico-social o adoptan la estructura económica capitalista, reproduciendo el camino explotador que el régimen recorrió en los países hoy desarrollados, pero por dictaduras implacables para contener las justas aspiraciones sociales.
 
   Destaca también Tito Benado factores propios y externos que dificultan la recuperación orgánica, el perfil político auténticamente socialista y la convocatoria de nuestro Partido.
 
   En efecto, el desdén, por decir lo menos, de sus fundamentos teóricos y la práctica del oportunismo político que lleva a cuestas, vulgariza y desprestigia su política contingente; el ejercicio de esa noble actividad no pocas veces aprovechada para satisfacer intereses personales o de grupos en desmedro de los del país; el debilitamiento de las organizaciones de los trabajadores en sus luchas reivindicativas y políticas, y la insurgencia de nuevos contingentes de clases medias incultas políticamente y arribistas no son caldos de cultivo apropiados, no sólo en Chile, para superar la desesperanza y la apatía para luchar por la conquista de nuevos horizontes.
 
   Todo lo dicho, sin embargo es sólo una cara de la moneda. Hay una contraparte.
 
   No podemos ignorar que el régimen capitalista, en la medida que los países se han ido democratizando, ha ido, obligadamente, morigerando su carácter explotador e inhumano y especialmente a raíz de la primacía política de los partidos socialistas, socialdemócratas, comunistas y socialcristianos que sustentados en la doctrina marxista o  en las encíclicas Rerum Novarum y Quadragésimo Anno condenaron y combatieron las injusticias del capitalismo.
 
   Tampoco podemos desconocer que después de la segunda guerra mundial se han producido múltiples acontecimientos y manifestaciones de diversa naturaleza que han mantenido viva la aspiración y la lucha por la justicia social y por cambios en el régimen político, económico, social y ético vigente.
 
   A modo de ejemplo, abreviadamente y sin secuencia cronológica ni valórica, recordaré algunos, que desgraciadamente pueden ser ignorados por las nuevas generaciones. En el orden religioso: los acuerdos de los sínodos de Puebla y Medellín, la teología de la liberación y los movimientos de cristianos por el socialismo; en el orden institucional: el surgimiento de la ONU con sus variados campos de acción en la promoción del desarrollo económico y social y el apoyo a los países en situación de catástrofe, los pactos por la defensa de los derechos humanos y por la protección del medio ambiente, entre otros; en el de la participación social: la multiplicación de las ONG en beneficio de los pueblos de los países subdesarrollados, los movimientos de rebeldía juvenil en diversos aspectos del status económico, social y ético imperante como el explosivo Mayo Francés y sus réplicas en otros países, no sólo europeos y el contestatario e inconsistente hipismo y las protestas estudiantiles no sólo por sus intereses sectoriales, sino que también por una nueva sociedad; en materia económico-social: la seguidilla de crisis de esa naturaleza, características del sistema capitalista con sus funestas consecuencias de cesantía, miseria y debacles económicas empresariales, de las que la de los años 2008-2009 aún nos penan, que como en todas la recuperación descansa especialmente sobre los hombros de los explotados y más pobres. La globalización, imparable proceso, asociado al desarrollo científico-técnico, especialmente en las últimas décadas, dentro de la dinámica capitalista no es menos causante que las crisis de la exacerbación de la injusticia social, que sólo puede sanearse en una sociedad socialista.
 
   Si bien la debacle del “socialismo real”, el retroceso reformista de las social-democracias y la pérdida de prestigio y convocatoria de los partidos socialistas y comunistas y su acomodamiento oportunista al sistema constituyen un reflujo político ideológico y paralizante, no es menos cierto que esto haya significado una reivindicación económico-social y ética del régimen capitalista y del individualismo que los sustenta, ni tampoco la aceptación de su pretendido fin de la historia.
 
   La evolución de la humanidad, desde sus orígenes y en las diversas culturas existentes, ha demostrado que no se detiene, continúa más aprisa, acicateada por las necesidades sociales insatisfechas y por las conquistas racionales y científico-técnicas. Aunque no exenta de reflujos no nos permite aceptar que se detenga, más aún sin resolver las injusticias económico-sociales evidentes y la corrupta dimensión ética del sistema capitalista incapaz, por lo demás, de superarse dentro de los parámetros que lo definen.
 
   Donde ha habido fuego brasas quedan que los vientos reaniman. Y duda no cabe que en las últimas décadas han soplado fuerte y puesto nuevamente en escena la urgencia de sustituir el régimen capitalista por una sociedad solidaria centrada en la superación y bienestar de las personas más que en el éxito económico que no las garantiza y desestima.
 
   Las situación actual del PS y su destino no depende sólo de su dinámica interna y de factores externos en el país, sino que también del proceso político evolutivo del entorno latinoamericano y menos directamente también del resto del mundo civilizado. El socialismo en un solo país es inviable más aún en un mundo globalizado como en el que vivimos. Sin embargo, si la propuesta de cambio revolucionario es comprendida más allá del país y su camino es políticamente acertado y consecuente deberá servir de estímulo para expandirse, al menos en el ámbito continental, creando las condiciones para hacer ese cambio posible.
 
   A las preguntas planteadas por Tito habría que agregar otras más, si la respuesta a la primera de las suyas es positiva: ¿Qué hacer?, ¿Cómo hacer?, ¿Cuándo y con quiénes?, pero no sólo a nivel país, sino que al menos en los países hermanos más próximos geográfica y políticamente.
 
   Como yo soy dos años mayor que Tito, haciendo uso del mismo privilegio que invoca, esperaré que dé su opinión para dar la mía, si es que entonces aún valiere la pena.
 
  
 
 
                                                                         Manuel Almeyda Medina

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