lunes, 6 de septiembre de 2010

DISCURSO DEL PRESIDENTE DEL PARTIDO EN EL ACTO DE CELEBRACIÒN DEL 40º ANIVERSARIO DEL TRIUNFO DE LA UNIDAD POPULAR

DISCURSO DEL PRESIDENTE DEL PARTIDO,
COMPAÑERO OSVALDO ANDRADE LARA,
EN EL ACTO DE CELEBRACIÒN DEL 40º ANIVERSARIO DEL TRIUNFO DE LA UNIDAD POPULAR
SANTIAGO, 4 DE SEPTIEMBRE DE 2010
Estimadas Carmen Paz e Isabel Allende
Saludo a los Presidentes de los partidos que nos acompañan.
Compañeras y compañeros, correligionarios, amigos y amigas;
Buenas tardes.
 
En su libro “La memoria del fuego”, Galeano refleja de una manera simple, a cualquier lector, el respeto que la figura del Presidente   Salvador Allende, despierta desde hace décadas en muchas personas, pueblos y gobiernos del mundo. 
 
Nos remonta  a la Sierra mexicana de Nayarit, año 1984, donde  había una comunidad que no tenía nombre.   Desde  hacía siglos, esa comunidad de indios huicholes buscaba uno.  Carlos González,  uno de ellos,  lo encontró de pura casualidad”.
 
Este indio huichol había ido a la ciudad de Tepic para comprar semillas y visitar parientes. Al atravesar un basural, recogió un libro tirado entre los desperdicios.   Sentado a la sombra de un alero, empezó a descifrar páginas.
 
El libro hablaba de un  país de nombre raro, que Carlos no  sabía ubicar, pero que debía estar bien  lejos de  México, y contaba una historia de hacía pocos años.
 
En el camino de regreso, sierra arriba, Carlos siguió leyendo.  No podía desprenderse de esta historia de horror y de bravura.  El personaje central del libro era un hombre que había sabido cumplir su palabra.   Al llegar a la aldea, Carlos anunció, eufórico:   ¡¡por fin tenemos nombre!¡.    Y  leyó el libro, en voz alta, para todos.  La tropezada lectura le ocupó casi una semana.
 
Después, las  ciento cincuenta familias votaron.  Todas por sí.  Con bailares y cantares se selló el bautizo.    “Ahora, tienen como llamarse”.
 
Esta comunidad lleva el nombre de un hombre digno que no dudó a la hora de elegir entre la traición y la muerte.
 
Voy para Salvador Allende’;  dicen ahora los caminantes.
 
El homenaje que hoy  rendimos a Salvador Allende es un intento de quienes nos sentimos sus dignos  herederos,  por reconocer el gobierno de la Unidad Popular que él encabezara.  No necesitamos la bendición,  el visto bueno ni el permiso de nadie para hablar hoy,  a 40 años, del fin de ese gobierno;  sobre lo que nos parecen sus aciertos,  sus logros o sus errores.
 
Sólo diremos que tenemos el orgullo de reivindicar ese gobierno como el momento histórico en que, tras un largo proceso político y social en que Salvador Allende fue actor relevante y fundamental, el pueblo se sintió, efectivamente, constructor de su propio destino.
 
Sin embargo, no vinimos hoy aquí a hacer un análisis acerca del Gobierno de la Unidad Popular sobre el cual, seguramente, nunca nos podríamos de acuerdo, especialmente, con aquellos que han buscado siempre satanizarlo, como la mejor fórmula para tratar de justificar las atrocidades que hasta hoy se niegan a confesar.   
 
En este día,  tengo el honor de hacer uso de la palabra, como Presidente del Partido Socialista, el mismo de Salvador Allende, para hablar de un hombre, nacido en  Valparaíso, hace ya 102 años, y que entregó sus capacidades humanas, profesionales y políticas, sus principios y su vida, al servicio público y a la defensa de los derechos de los más humildes.
 
Porque quien crea que hablar de Allende sólo tiene que ver con su gobierno, desconoce la historia política del Chile del siglo XX y el rol que dentro de ella le cabe al más ilustre de los socialistas chilenos.
 
Estamos hoy rindiendo homenaje a Salvador Allende, que terminó sus estudios en el Liceo Eduardo de la Barra, en Valparaíso, mientras paralelamente, desarrollaba una importante actividad deportiva, que le significó destacar en Decatlón y Natación.
 
Estamos hablando de aquel Allende que tras realizar su servicio militar en el regimiento ‘Coraceros’ de Viña del Mar, ingresó, en 1926, con apenas 18 años, a la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile;  que sólo un año después fue elegido Presidente del Centro de Estudiantes de Medicina y que, en 1929,  ya participaba activamente de la oposición a Carlos Ibáñez y en la fundación del grupo Avance.
 
Estamos hablando de aquel joven que en 1930, es elegido Vice-presidente de la Federación de Estudiantes de Chile y más tarde es detenido, relegado y expulsado de la Universidad, a la que volverá sólo después de julio de 1931, cuando Ibáñez es derrocado.
 
Hablamos del Allende que en 1932 participó del alzamiento del aviador Marmaduke Grove, quien encabezó la llamada República Socialista de los 12 días.
 
Hablamos de aquel joven que en 1933, participó de la fundación del Partido Socialista, convirtiéndose en el primer Secretario Regional de Valparaíso, y que luego, por su participación en un acto contra el gobierno de Arturo Alessandri será relegado por seis meses a Caldera.
 
Estamos refiriéndonos a Salvador Allende, electo diputado por la circunscripción Quillota-Valparaíso para el período 1937-1941, con tan sólo 28 años.
 
Estamos hablando de aquel hombre que habiendo recién cumplido los 30 años, es elegido Subsecretario General del Partido Socialista de Chile.
 
Ese mismo hombre fue quien renunció a su diputación para asumir como ministro de Salud del Presidente Pedro Aguirre Cerda, y que en 1939 publicará su libro “La realidad médico-social chilena”.
 
Hablamos de Allende asumiendo el cargo de Secretario General del Partido Socialista en 1943 y,  que dos años después, con sólo 37 años, fuera elegido senador por las provincias de Valdivia, Llanquihue, Chiloé, Aysén y Magallanes.
 
Homenajeamos hoy a Salvador Allende votando en contra de la mal llamada ‘Ley de Defensa de la Democracia’, propugnada por el gobierno de González Videla:   la ‘Ley Maldita’.
 
En 1952, Allende inicia  el camino a la Presidencia de la República,  postulando por así  a la primera magistratura.
 
En 1953 es elegido senador por la Primera Circunscripción de Tarapacá y Antofagasta, siendo elegido Vice-presidente del Senado al año siguiente.
 
Hablamos de Allende, autor de las leyes promulgadas en 1955 que establecen el pago de la asignación familiar desde el quinto mes de embarazo;  y la creación del Servicio Nacional de Salud y del Seguro Social.
 
En 1961, Allende es elegido senador por la Tercera Circunscripción de Valparaíso y Aconcagua, siendo nominado nuevamente candidato presidencial en 1963, elecciones que perdería enfrentando a Eduardo Frei Montalva al año siguiente.
 
Hablamos de Allende elegido presidente del Senado, en 1966.
 
Nos referimos a Salvador Allende electo senador por la Décima Circunscripción, Chiloé, Aysén y Magallanes, antes de confirmarse su postulación como abanderado de la Unidad Popular para las elecciones presidenciales de 1970.
 
Hablamos de Allende Presidente de Chile por mandato popular, constituyéndose en una experiencia ejemplar, única, ajena a toda ortodoxia como camino de las fuerzas populares para llegar al poder utilizando los cauces democráticos, institucionales y republicanos.
 
Hablamos del Presidente Allende cumpliendo su programa, entregando el medio litro de leche a los niños del país, abriendo los cauces para un efectivo acceso a la cultura de todos los chilenos y concretando la legítima e histórica demanda de la nacionalización del cobre, votada a favor por todos los sectores políticos.
 
El triunfo de Allende, justamente por eso, es el crisol donde se funden todas las luchas sociales desde los inicios de nuestra República hasta ese 4 de Septiembre;  es esa fuerza histórica de las organizaciones de izquierda, de los partidos populares; es la conciencia de Chile, del pueblo, de las grandes mayorías, de los que acumulan con su trabajo la riqueza y de los que sienten que el mañana puede ser un tiempo mejor.
 
Esa jornada, la definitiva para el triunfo popular, fue el resultado natural de la acumulación histórica de todas las luchas populares.
 
Era también el triunfo del sentido igualitario de Santiago Arcos y Francisco Bilbao, con Allende triunfaba  el valor incalculable de Grove, las ideas transformadoras de Eugenio González;  con Allende, triunfaron los oprimidos y vilipendiados por la historia, los segregados por el capital extranjero; triunfaron con él los trabajadores explotados
 
Con Allende, compañeros y compañeras, triunfaron los intelectuales con conciencia social, los hombres y mujeres librepensadores, los científicos, los profesores y los estudiantes.
 
Ganaba como él lo decía “un Chile en que la capacidad creadora de cada hombre y de cada mujer encuentre como florecer, no en contra de los demás, sino a favor de una vida mejor para todos. “
 
Mientras algunos promovieron formas de lucha distintas a la contienda electoral, Salvador Allende entendió que el camino de la izquierda latinoamericana, pasaba por las urnas.  Que podíamos derrotar a la derecha sin otro instrumento que nuestros sueños; que podíamos convencer a nuestros compatriotas de nuestra alternativa  pacífica y que podíamos hacer que los trabajadores fueran dueños de su propio trabajo.   No se equivocó, pues puso en jaque –tanto ayer como ahora- a los incrédulos, los escépticos y derrotistas.
 
Cuanta vocación de ganar había en Allende.
 
Cuanta vocación de unidad había en Salvador Allende.
 
Cuanta perseverancia y consecuencia.
 
Amigas, Amigos, Camaradas, correligionarios, Compañeras y Compañeros;
 
La derecha se ha hecho del poder.  Sabemos lo que es eso, cómo no.
 
Sabemos qué defienden, sabemos qué quieren.  No es su causa la de los trabajadores, no es su causa  la de las grandes mayorías desposeídas de nuestro país y no será su desvelo un sistema más democrático y más justo.
 
Seguimos siendo, los partidos políticos de la Concertación, las fuerzas de izquierda, las organizaciones sociales y populares, los llamados a tomar las banderas que ondearon ese 4 de Septiembre llenas de sueños y esperanza.
 
Con legítimo orgullo heredamos esa historia, tan preclara, tan profunda, tan llena de tribulaciones, sentidos y razones;  orgullo de ver hoy a los jóvenes socialistas luchar por sus derechos en las calles, de ver nuevamente a las mujeres decir “ni un paso atrás”, de ver las imágenes de los trabajadores de la mina San José tan enteros y tan dignos, de ver a un pueblo que busca el futuro y  que trabaja por construirlo.
 
Hoy, asistimos a las mismas diferencias del pasado.  Nos hemos confrontado, una y otra vez, quienes tenemos un sentido de vanguardia, quienes defendemos la justicia social.  
 
Al igual que ayer, no nos abatirá  la codicia de quienes dicen hoy defender el “interés nacional”,
 
No detendrán nuestro afán de hacer de la Concertación una fuerza  capaz, nuevamente, de derrotar a la derecha;
 
No nos van a amedrentar, al igual que ayer,  con el poder del dinero.
 
Porque  -al igual que Allende-,  “tenemos fe,  en  Chile y su destino”.
 
Pensaba que nos diría Allende en estos momentos.
 
No tengo dudas que nos reclamaría a recuperar la voluntad de ganar, nos reiteraría la necesidad de la unidad, nos recordaría la lealtad a los trabajadores, nos exigiría mirar adelante para conquistar la conducción de Chile.
 
Nos interpelaría a hablar de desarrollo y no de crecimiento.  Destacaría que éste es necesario pero no suficiente,  que las transferencias y políticas sociales son necesarias pero no bastan.   Nos diría que la justicia social se logra desde la dignidad del trabajo y del reconocimiento de sus actores.
 
Desarrollo e igualdad serían las claves para Allende.  Desarrollo e igualdad son las claves de un proyecto para los próximos veinte años. 
 
Seguramente los indios huicholes, en la sierra mexicana de Nayarit, no tienen un conocimiento tan global del pensamiento y la obra de Salvador Allende, pero estoy seguro que al menos tienen la certeza que el hombre que le dio nombre a su pueblo, era un hombre de palabra, que hasta en el último minuto, aún de cara a la muerte,  supo escoger correctamente entre el bien y el mal, entre la traición y la consecuencia digna. Ellos, dicen que viven en Salvador Allende. Nosotros,  vivimos con  el compañero Presidente.
 
Compañeros y compañeras. Amigos todos.  Con la memoria de Allende en nuestros corazones, mil veces venceremos.
 
Muchas gracias.

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