domingo, 7 de agosto de 2011

Estallido

Manuel Riesco Larraín.

Pasó lo que tenía que pasar. El pueblo chileno puede estar mal informado pero es bien enterado. Es muy paciente pero cada veinte años pierde la paciencia. Esta vez se había sobregirado largamente en su capacidad de aguantar abusos. Ya despertó. La política vuelve a ser entretenida. Desborda el ámbito exclusivo de una "clase" profesional. Es ahora un tema vital para miles, luego cientos de miles y finalmente millones de ciudadanas y ciudadanos, en su mayoría muy jóvenes.

Ellos no vienen por acuerdos parlamentarios en la medida de lo posible, ni grandes ni pequeños. Ni por bolitas de dulce. Su movilización es asunto muy serio. Quieren resolver de una vez los problemas grandes que se han venido acumulando. Se proponen nada menos que reconstruir la educación pública, recuperar los recursos naturales, terminar con la inequidad, completar la democratización del país con una nueva constitución, en fin. En una palabra, cambiar el modelo impuesto a lo largo de los últimas cuatro décadas y el Apartheid restablecido a su amparo.

Ojalá el gobierno y la oposición parlamentaria estén a la altura, para evitar que la cosa pase de castaño a obscuro. Tarde o temprano la gigantesca movilización social en curso va a cuajar en un amplio movimiento político con la fuerza y decisión de realizar estos cambios. No es nada nuevo. De esta manera ha avanzado la historia de Chile a lo largo de un siglo.


Los descubrió Vladimir Ilich Ulianov (Владимир Ильич Ульянов). Fue una de las más geniales contribuciones teóricas del gran Lenin (Ленин): La actividad política de las masas sigue un curso cíclico. Tal como ocurre en la naturaleza con las estaciones, mareas y corrientes, el movimiento de las placas tectónicas, el día y la noche y la actividad del sol. Al igual que los ciclos de la economía capitalista, los primeros son formas de movimiento propios de la sociedad humana.
Lenin fue protagonista en dos de estos ciclos en Rusia, el que culminó con la revolución de 1905 y el que originó la Revolución de Octubre de 1917. En ambos comprobó los largos años iniciales de plomo y luego calma chicha, seguidos de una reactivación al principio lenta, luego rápida, hasta culminar en lo que denominó situaciones revolucionarias.

En el curso de estas últimas - escribió - sucede en días lo que antes en meses y en semanas lo que antes en años. Constató asimismo lo que formalizó como las condiciones de la situación revolucionaria: una se aplica a los de arriba, que no pueden seguir gobernando como hasta entonces. Otras dos corresponden a los de abajo. No sólo se han convencido de la justeza del programa de transformaciones, sino han alcanzado además un grado tal de molestia y frustración que están dispuestos a salir a las calles por millones a exigirlo.

Los "expertos" que no toman en cuenta el momento del ciclo económico en curso no entienden nada de nada. Las leyes y medidas económicas operan exactamente al revés en momentos de auge y en momentos de crisis, por ejemplo. Del mismo modo, los políticos que no se ubican en el momento preciso del ciclo de actividad política de las masas, pueden caer presa de lo que Lenin denominó "cretinismo parlamentario."

Sin embargo - continúa la teorización del gran revolucionario ruso - para que los cambios de hecho sucedan se requiere una condición adicional. La denominó "subjetiva," para distinguirla de las tres anteriores que llamó "objetivas." Esta última condición se refiere a la organización política capaz de encabezar a las masas movilizadas y conducirlas a la victoria. Es lo que lograron los Bolcheviques bajo su conducción.

En Chile estos ciclos políticos se han sucedido asimismo con bastante regularidad y han estado detrás de todas las grandes transformaciones del último siglo. El nacimiento del Estado desarrollista chileno tuvo lugar el 11 de septiembre de 1924 en medio de una gran movilización social. Quedó registrada para la posteridad en el notable film de los funerales de Luis Emilio Recabarren, que cualquiera puede ver en internet.

El instrumento político principal de dicho cambio inicial no fue un partido político civil sino un movimiento de la oficialidad progresista del ejército. Un nuevo estallido social derribó la dictadura de Ibáñez en las secuelas de la Gran Crisis. Un nuevo período de gran agitación a fines del gobierno de Alessandri Palma cristalizó poco después en el triunfo del Frente Popular y así sucesivamente.
Este autor tiene sus años y ha sido testigo de tres grandes ciclos de participación política masiva. En 1957, una manifestación de la FECH que reclamaba por el alza de la locomoción precipitó el violento estallido popular del 2 de abril, que a su vez abrió paso al gran acuerdo democratizador de 1958. Se derogó la llamada "Ley de Defensa de la Democracia" mediante la cual el traidor González Videla ilegalizó al Partido Comunista, que había contribuido decisivamente a su elección. Se estableció la cédula electoral única, que terminó con el cohecho que hasta entonces garantizaba a la derecha derecho a veto en el Parlamento. Poco faltó para que Allende fuera elegido en 1958.

Como resultado de esos cambios institucionales el país se democratizó extraordinariamente. Frei Montalva arrasó en 1964, seguido de Allende, mientras la derecha tradicional prácticamente era barrida del mapa. El parlamento aprobó por abrumadora mayoría reformas tan avanzadas como la Ley de Reforma Agraria y Sindicalización Campesina. Hacia fines de los años 1960 se produjo un nuevo momento de alza extraordinaria en la actividad política de la ciudadanía, que empezó con los movimientos de Reforma Universitaria y culminó en la auténtica revolución conducida por el gobierno de Salvador Allende.

Los dos últimos gobiernos realizaron cambios que antes y después parecen imposibles: duplicaron la cobertura educacional y terminaron con el analfabetismo, transformaron en universidades modernas y gratuitas instituciones que antes no merecían el nombre de tales, universalizaron los derechos laborales, previsionales y de salud, garantizando medio litro de leche y alimentación escolar a todos los niños de Chile. Implementaron un reforma agraria drástica, rápida y masiva, como la describió su principal inspirador, Jacques Chonchol. Nacionalizaron el cobre y las riquezas básicas. Dieron un fuerte impulso a la integración latinoamericana y situaron a Chile en el más elevado sitial de prestigio internacional.

A lo largo de ese extraordinario medio siglo, la ciclicamente recurrente actividad política de las masas empujaba desde abajo. Al mismo tiempo, desde arriba, tras la intervención militar que lo inició, el sistema de partidos políticos se las ingenió de modo extraordinariamente hábil y flexible para generar las diferentes alianzas que aportaron las condiciones subjetivas para que el proceso avanzara sucesivamente.

Como es sabido, tras los años de reacción y aplastamiento que siguieron al golpe militar de 1973 y en las secuelas de la crisis de 1982, un nuevo auge del movimiento de masas culminó en el estallido más masivo, combativo y dilatado de la historia nacional, que se extendió hasta 1986. Ese movimiento permitió terminar con la dictadura y abrió paso a la institucionalidad de transición, que perdura hasta hoy. Nuevamente, el sistema de partidos políticos que había sido ilegalizado por la dictadura fue capaz de generar los instrumentos políticos que condujeron el estallido hacia su conclusión en el plebiscito de 1988 y los gobiernos democráticos siguientes; en este caso la Concertación de Partidos por la Democracia y los dos nuevos partidos de Derecha, UDI y Renovación Nacional.

La culminación de la ola revolucionara de los años 1960 y 1970 en la dictadura reaccionaria de Pinochet y el carácter de la salida de esta última, confirman el acerto de Lenin acerca de la importancia de esta cuarta y última condición "subjetiva" para que los ciclos de agitación popular culminen en avances mayores o menores.

Evidentemente, tras sus históricos logros que en definitiva resultaron irreversibles, la primera no tenía porqué concluir de esa manera. Ello se debió a las insuficiencias del "factor subjetivo," es decir, de la  la Democracia Cristiana y la Unidad Popular, que condujeron el movimiento en esos años. Esta última probablemente no supo medir bien el momento de poner término a la anarquía e imponer el orden público, como han hecho todas las revoluciones exitosas.

Como ocurre en cualquier movilización social, los períodos de agitación revolucionaria decaen tras alcanzar su nivel más elevado. De eso se tratan precisamente los ciclos leninistas. La ciudadanía común y corriente es la que les da vida al incorporarse a ellas por millones. Sin embargo, en un momento dado y cuando cree alcanzados sus objetivos principales, desea restablecer condiciones de vida más normales, para retornar a sus preocupaciones habituales. Al igual que cualquier paro, las revoluciones pueden resultar agotadoras y vivir en revolución permanente resultaría infernal para el común de la gente.

En el segundo caso, la salida fue extremadamente conservadora, en virtud de las concesiones exageradas y oportunistas del sector más moderado de la resistencia contra Pinochet. Ello les aseguró veinte años de gobierno, a condición que no tocaran un pelo a lo esencial del modelo económico y social impuesto por la dictadura.

Los principales artífices de dicha salida fueron los políticos de derecha y la Iglesia Católica en lo interno y los gobiernos de EE.UU. y la Unión Europea, que intervinieron descaradamente. Quizás puede afirmarse, sin embargo, que la división del frente anti-Pinochet fue facilitada por la insuficiente flexibilidad táctica y amplitud programática de la que era entonces, por lejos, la fuerza política más importante de la resistencia anti-dictatorial: el Partido Comunista de Chile. Ello obedeció a su vez a causas eminentemente subjetivas, principalmente las fracturas en la cúpula de este último partido, que le imposibilitaron dar los giros necesarios en los momentos decisivos. Por ejemplo, se demoró casi un año en apreciar que la salida plebiscitaria había logrado imponerse y la actividad revolucionaria de las masas estaba en franca baja. Una suerte de "cretinismo parlamentario" al revés.

Parece oportuno recordar ahora todas estas cuestiones. Seguramente, Lenin volverá a ser leído con enorme interés por los jóvenes que se incorporan masivamente hoy a la actividad política revolucionaria. No está demás sugerirles el libro introductorio "El Leninismo y América Latina," escrito por la notable teórica chilena Marta Harnecker, probablemente la única latinoamericana que ha leído y comprendido los más de cuarenta tomos de sus obras completas, aparte de sus traductores al español por cierto.

La fase ascendente del movimiento social se manifestó claramente en la "Revolución de los Pingüinos," el 2006. Ese año tuvieron lugar asimismo los grandes movimientos obreros de contratistas y los "Patos del Desierto." Mostró una cara muy fea con los saqueos y el extendido temor a los mismos que tuvieron ocasión en las secuelas del terremoto de marzo del 2010. El 2011 hubo una intensa movilización interna en los planteles de educación superior, que presagiaba a todas luces lo que hoy se está viviendo. El 2011se inició con el "Puntarenazo," que paralizó completamente la ciudad austral por semanas. Todo lo anterior por mencionar sólo algunas de las manifestaciones de este fenómeno.

El movimiento actual es de grandes proporciones. En términos de movilización de la comunidad educacional es sin duda el más grande de la historia del país como puede constatar este autor, que participó activamente en el movimiento de reforma de los años 1960. La desproporcionada represión policial del 4 de agosto fue como una inyección de adrenalina, que precipitó esa noche un cacerolazo masivo en todos los barrios de todas las ciudades del país.

Paralelamente, los trabajadores de La Escondida mantuvieron un paro de dos semanas, que en un momento incluyó a Collahuasi y a CODELCO el día 11 de julio, en el 40 aniversario de la nacionalización. Eso afecta el corazón del aparato productivo. La CUT ha llamado para los próximos días al primer paro nacional desde 1973.

En lo que concierne a los de arriba, la descomposición y derrota de la Concertación y el increíble deterioro del gobierno de Piñera hablan por si solos. La actitud del gobierno y la oposición resultará clave en los días y meses que vienen.

Tal como están las cosas, esto puede ponerse feo. Hasta ahora, se ha tratado de una movilización de la clase media, de la cual el pueblo se ha mantenido por el momento más o menos a la expectativa. Eso es normal, puesto que aunque ha sufrido los peores abusos sabe que siempre recibe los palos más duros. Sin embargo, cuando se larga lo hace en serio y no vacila ante nada, como se conoció durante las protestas de los años 1980. No siempre resulta muy pulcro tampoco, puesto que se trata de millones de personas en acción entre los cuales los hay de muy diferente condición. Algo de esto último puede haber empezado a suceder, puesto que el incendio y saqueo de La Polar ciertamente no fue provocado por los estudiantes.

En perspectiva, la clave es "armar un nuevo pacto político y social en Chile... puesto que el que surgió del plebiscito del 88 está obsoleto y se agoto se agotó," como dice el senador socialista Juan Pablo Letelier en una interesante entrevista publicada por El Mercurio del 31 de agosto del 2011, en la que aludió a casi todas las cuestiones que se plantean más arriba.

Como es tradicional en el país, la fuerza política capaz de dar conducción a un proceso de estas dimensiones resultará de una alianza de partidos. Sin embargo, se requiere una renovación de liderazgos en todos ellos, la que no pasa necesariamente por las personas y menos por la edad de las mismas, sino por sus posiciones políticas, las que pueden y deben cambiar para acomodarse a las nuevas circunstancias. Algo de eso se aprecia en algunos dirigentes, como en el ejemplo mencionado, sin embargo, en lo grueso la Concertación parece no haber asumido cabalmente de la situación.
La oposición debe asumir plenamente el programa del movimiento social y estar dispuesta a llevarlo a la práctica con decisión. Por ahora desde la oposición y luego desde un gobierno de nuevo tipo.

Notas políticas - Manuel Riesco - Chile

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