lunes, 4 de enero de 2010

Carlos Altamirano: “Soy díscolo, pero voy a votar por Frei”

La Nación Por Marcelo Castillo S.


El ex jefe máximo del PS durante la UP desmenuzó con LND el momento político actual. Fue duro con su partido, reconoció su apoyo a Arrate (“si no estuviera habría votado por MEO”), pero ahora llama sin rodeos a votar por Eduardo Frei Ruiz-Tagle para evitar la “reconquista pinochetista”.


Domingo 3 de enero de 2010 | | LND Entrevistas
Aunque ya está cerca de los 90 años, el ex jefe máximo del Partido Socialista (secretario general se le llamaba entonces) durante el gobierno de la Unidad Popular (1970-1973) está preocupado del futuro de Chile y de la humanidad. Sigue desde su casa en La Florida -donde tiene enmarcado el cuadro donde aparece como el hombre más buscado de Chile por los militares- los acontecimientos políticos locales y del mundo.
Se niega a escribir sus memorias, pero reconoce que está trabajando en un libro con el historiador Gabriel Salazar que tendrá quince capítulos y reflejará el cruce de su vida con la historia del país.
No pretende volver a la vida política activa, pero está claro que tiene unas cuantas cosas que decir sobre lo que considera un momento histórico, que estima podría llevar a Chile a una situación impresentable ante el mundo: “La reconquista pinochetista”, le denomina.
-Acaba de ser elegido un senador que es de su generación, Andrés Zaldívar. ¿Por qué se retiró de la vida política?
-Primero, Andrés Zaldívar es bastante menor que yo. Pero no se trata de un problema de edad. Yo consideraba que ya había escrito mi propia historia política. Y yo preveía que la historia que venía era muy distinta a lo que yo habría querido vivir. Ya en el mundo europeo el neoliberalismo estaba entrando muy fuertemente, la izquierda se encontraba en clara descomposición. Tenía claro que el Partido Comunista estaba en su etapa final. Yo vivía en el país comunista más desarrollado del mundo (Alemania Oriental). Ya veía allí problemas y vicios muy importantes, y además un desencanto de la población muy importante. Yo tenía contacto con la dirección del partido y ellos mismos percibían que no podía continuar el sistema. La política me interesa en la medida que pueda ser usada para grandes transformaciones, para grandes ideales, no para una vida rutinaria en que se acumula riqueza. Yo no tengo ni un solo bien material. No tengo más que el auto que está ahí a la entrada. Tal vez, algunos de los cuadros que tengo aquí, regalados por mis grandes amigos Guillermo Núñez y Mario Carreño.
-¿Cuál es su visión de la izquierda chilena? ¿Está reducida al 6,2 por ciento que captó Arrate? ¿Hay izquierda en la Concertación? ¿Es Enríquez-Ominami de izquierda?
-Yo voté por Jorge Arrate, yo me inscribo en lo que se llama los díscolos, pero la izquierda no está reducida a esa votación. Hay votación de izquierda en Enríquez-Ominami y en la Concertación. Hay izquierda entre quienes no votan y quienes no están inscritos. Hay un número muy importante dentro de ese 40 por ciento de no inscritos o que votan nulo o que se disgregaron entre varios candidatos que son de izquierda. Los díscolos somos el 26 por ciento, si usted suma a los votantes de Arrate y de Enríquez-Ominami, es la mayor fuerza política de Chile, sin sumarles a los no inscritos y los que no quieren votar. La izquierda es fuerte en Chile, pero está diseminada. Es posible que esto lleve a la victoria a un candidato de derecha, como Sebastián Piñera.
-¿Cree que va a ganar Piñera?
-Es probable que gane Piñera, pero no se puede asegurar que va a ganar. Creo que el 15 por ciento de MEO se irá a Frei, el 6 por ciento íntegro de Arrate, también. De modo que quedan muy equiparados. Hace un siglo que la derecha no gana la Presidencia de la República.
-Pero Alessandri ganó en el ’58.
-Cien años. Voy a argumentar. En los años veinte, Arturo Alessandri ganó con un discurso populista, en contra de la canalla dorada, con un discurso muy agresivo antiderechista. De manera que cuando gana Arturo Alessandri a Barros Borgoño, que era el candidato de derecha, no ganaba un derechista a otro derechista. Ganaba una nueva figura antioligárquica. Puso término al siglo oligárquico. Después está Jorge Alessandri, pero él llega a la presidencia con un tercio de los votos, llega a la presidencia financiando adecuadamente al cura de Catapilco, que sacó los 30 mil votos que le permitieron el triunfo. Insisto, entonces, en que la derecha chilena hace cien años que no gana la Presidencia y sería muy grave que lo hiciera.
-Entonces, usted, ¿va a votar por Frei?
-Sí. A pesar de que me inscribo entre los díscolos, entre los inconformistas, que voté por Jorge Arrate y que, si no hubiera estado él, habría votado por Enríquez-Ominami. Estando en esa posición, creo que lo único responsable, lo único consciente, es votar por Frei. Darle la victoria a la derecha chilena, que viene de protocolizar los 17 años de dictadura militar, que se niega a reconocer los horrores que allí se cometieron, que hizo aprobar esa Constitución abiertamente antidemocrática, creo que es un profundo error histórico. Todas las posiciones en contrario de Frei son mínimas si consideramos la victoria de la derecha. Hoy su poder es gigantesco. Tiene toda la prensa escrita, la televisión, casi todas las radios, pasa a ser una especie de dictadura legal. ¿Alguien piensa que se va a poder sancionar a las farmacéuticas por la colusión, que se va a poder sancionar a Sebastián Piñera por el uso de la información privilegiada, que la Dirección del Trabajo va a poder sancionar a las empresas, alguien piensa que Chile se opondría a la invasión a Irak por Estados Unidos si hubiera estado Sebastián Piñera? Vamos a tener la reconquista del mundo pinochetista del gobierno del país.
-¿Cómo ve la situación del Partido Socialista? Tuvimos tres candidatos presidenciales que salieron del PS y un cuarto al que apoyó oficialmente el PS. ¿Tiene futuro el Partido Socialista?
-Yo encuentro la situación del PS deplorable. En gran medida esta dispersión de candidatos socialistas se ha debido a la dirección de tipo estaliniana que gobierna el partido y que está poniendo en peligro la victoria de Eduardo Frei, lo que es más grave. Es muy difícil de entender que una Presidenta socialista tenga aproximadamente el 80 por ciento y que el Partido Socialista no llegue al 10 por ciento. No tengo una explicación muy clara para eso. No me atrevo a responsabilizar de esta situación sólo a la dirección del partido. Hoy día, pareciera ser que más que los partidos y las ideas, la gente se fija en las personas. Ello explicaría la altísima aprobación en que han concluido sus gobiernos Lagos y Bachelet. Creo que la izquierda mundial se encuentra en un proceso de descomposición. Chile no es excepción a ese proceso. Y por eso es doblemente positivo el que en este momento en América Latina ocho o diez países tengan en la Presidencia personas que se inscriben en la izquierda, algunos de ellos con ideas revolucionarias.
-¿Cómo evalúa el fenómeno de la renovación socialista? ¿Dio los frutos que usted esperaba?
-Evidentemente que no dio esos frutos. Los hombres, dice Marx, escriben la historia pero no saben la historia que escriben. El partido terminó comprometiéndose con la transición democrática en Chile, bastante legítimo. Pero la renovación no dio todos los frutos que esperaba. El Partido Socialista tuvo una renovación espuria. Se fue acomodando a lo que iba ocurriendo. No hubo propiamente una renovación. Se renovó al aceptar un modelo neoliberal. En ese sentido, yo no estaba de acuerdo. Sí lo estaba en la idea de crear una nueva alianza política. Hasta ese tiempo, el PS tenía como aliado prioritario al PC. Yo creía que en ese minuto era fundamental la alianza con la DC y, para eso, con cierta pena de mi parte, había que romper la alianza con el PC y también con buena parte de los dogmas marxistas-leninistas. En ese tiempo, mi amigo Clodomiro Almeyda, en esa época muy apegado al PC, dudó mucho de apoyar esta alianza. Mucho antes lo hicieron Jorge Arrate y Ricardo Núñez. Fue una renovación a medias, con algunos aspectos negativos y otros positivos. El partido contribuyó a la transición democrática y tuvo en Ricardo Lagos un excelente Presidente y aportó la primera mujer Presidenta en la historia de Chile, Michelle Bachelet. Pero lo sustantivo del modelo neoliberal ha permanecido. Y el Partido Socialista no dio una lucha suficientemente fuerte en contra de ese modelo. Son múltiples las normas del neoliberalismo que han terminado marcando la historia del país. No toda empresa privada es superior a una empresa pública. El mercado no se autorregula.
-¿Cómo ve el actual momento que vive el mundo? Tras la proclamación del fin de la historia por el capitalismo, vemos que los gobiernos de izquierda se multiplican como nunca en América Latina.
-En América Latina, en Brasil, tenemos como Presidente a un obrero sindicalista. Un negro gobierna Estados Unidos, lo que me parece maravilloso, y una mujer lo hace en Chile. Todo ello indica que el mundo está cambiando. Que el Partido Comunista de China le preste apoyo al capitalismo, mientras en Chile un parlamentario de derecha habla en contra de una alianza de la Democracia Cristiana con el Partido Comunista. El mundo está cambiando de una manera vertiginosa.
-La socialdemocracia europea ha sufrido derrotas importantes en Francia y Alemania, en medio de la crisis más profunda del capitalismo desde la década del treinta del siglo pasado. ¿Será que esa socialdemocracia se renovó demasiado y perdió su propia personalidad?
-La izquierda en Europa se encuentra en un proceso muy similar al chileno. De fraccionamientos, divisiones y desencantos. En Alemania ha surgido un nuevo partido de izquierda, de (Oskar) Lafontaine, que era de la socialdemocracia, que se fraccionó y creó un nuevo partido de izquierda. También ha crecido el Partido de los Verdes. Si usted suma los votos que tiene la vieja socialdemocracia, el de Lafontaine y los Verdes, suman más que la (canciller alemana DC, recientemente electa, Angela) Merkel. Los partidos de izquierda se han ido dividiendo, pero la masa de izquierda se ha mantenido.
-¿Cree que es posible constituir una fuerza socialdemócrata en Chile?
-Mi respuesta es no. No se trata de volver a crear algo que ha ocurrido en el exterior. La socialdemocracia está viviendo fraccionamientos, divisiones en el mundo. Yo creo que lo que es necesario en Chile es un gran movimiento que logre convocar una mayoría que permita una convocatoria a la celebración de una asamblea constituyente. Más que el llamado a una reforma de la Constitución. Un movimiento para que se aumente el monto de los impuestos. La carga tributaria en Chile de menos del 20 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB). Parecemos casi como un paraíso fiscal. La carga en los países desarrollados es del 40 al 50 por ciento del Producto.
-¿Y cree posible volver a pensar en el socialismo, en una sociedad distinta al capitalismo?
-Yo lo veo posible, dado el colosal giro que está dando la historia mundial, que el comunismo chino esté salvando al capitalismo…
-Entonces es probable que el Partido Comunista haya concluido que para alcanzar el socialismo había que desarrollar el capitalismo.
-Sería lógico que lo pensara así. No lo sé. El hecho es que se ha transformado en el gran apoyo a este Apocalipsis. Este país, que se sigue considerando comunista o socialista, tiene un alto crecimiento económico de 10 por ciento, que no tiene ningún país que aplica políticas neoliberales.
-Pero con ese ritmo de crecimiento, el efecto en el medio ambiente, en el cambio climático, tal vez estemos asistiendo a nuestro propio funeral y al de toda la humanidad.
-Ciento por ciento de acuerdo. Hay una gran cantidad de interrogantes en ese crecimiento, pero lo concreto es que quien dirige ese crecimiento es un Partido Comunista. Estados Unidos y China son los países que más polucionan en el mundo. El capitalismo también está sufriendo este proceso de transformación profunda, que empuja los conocimientos científico-tecnológicos. El capitalismo está en un proceso de cambio. Está en ese proceso en que el capitalismo que produce bienes inmateriales es mucho más poderoso que aquel que produce bienes materiales. Si nosotros pensamos que en esta pieza hay millones de ondas que llevan información, que tienen música, discursos. Si lo pensamos desde una lógica marxista, ¿cómo las expropiamos? Imposible. Están todas esas dudas. Antes de veinte años tendremos enfrentado al capitalismo norteamericano con el capitalismo comunista chino. Por otro lado, en países como Suecia o Finlandia, el Estado y los sindicatos son dueños de grandes empresas. En otras palabras, los participantes de estos sindicatos son obreros capitalistas, dueños de empresas gigantescas. Cuando estamos ante estas realidades podemos decir que el capitalismo también se transforma. No sabemos en qué va a concluir todo esto y si es que podremos llamarle a aquello capitalismo. //LND


“Mi legado es el de Salvador Allende”
-Cuéntenos de sus memorias. ¿Cuál es el legado que quiere dejar al pueblo chileno?
-No estoy escribiendo mis memorias. No es una biografía. Es una conversación con el mejor historiador que creo tiene este país, Gabriel Salazar. Con él estamos conversando sobre mi vida, mis circunstancias. Ahora, ¿qué va a hacer él? Lo sabré de vuelta de vacaciones, cuando él se comprometió a tener ordenados los 15 capítulos que tendrá el libro. No tengo un legado propio. Mi legado es el legado de Salvador Allende. El de construir una sociedad más justa. Yo me siento comprometido con ese legado.
-En su interpretación, ¿cuál es el legado allendista?
-Hay uno muy importante en el mundo marxista. El marxismo siempre pensó que el cambio de la sociedad se hacía por la vía armada. Él fue el primero en plantear hacer la revolución en libertad y en democracia, que él lo adornaba con empanadas y vino tinto. En segundo lugar, transformar este país en uno más justo, más equitativo, sin ricos ni pobres. También el legado moral, de preferir la muerte con ese discurso tan lindo de despedida.
-Pero Carlos Altamirano, durante la Unidad Popular no fue allendista. Estuvo en una posición distinta a la del Presidente.
-No, no es propiamente así. En primer lugar, forma parte de la leyenda y la mitología de la derecha que yo estaba alejado de Allende. Yo era el mejor amigo de Allende. Pasaba a diario por mi casa. Cocinábamos allí en Américo Vespucio. No hubo fin de semana en que no almorzáramos en Cañaveral. Es absolutamente falsa esa supuesta enemistad entre Allende y yo. Sí hubo una discrepancia profunda, pero no se expresó en peleas personales. Él fue un segundo padre para mí. El punto en que nos topábamos era que yo tenía la certeza de que la derecha daría un golpe de Estado y que para eso teníamos que estar preparados. Yo pensaba que el general Prats, junto a cuatro o cinco generales, entre ellos Bachelet, debería ir preparando un proyecto de defensa armada del gobierno. Salvador tenía una posición contraria. Él creía que cualquier acción que emprendiera sería interpretada como un autogolpe de Estado. Desde luego, yo creía que no debía permanecer en La Moneda, sino en una guarnición militar, con un comandante que le fuera totalme




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