Jean Ziegler. Escritor. Diplomático internacional en la ONU, publica el ensayo ‘El odio a Occidente’, una crítica al sistema capitalista dominado por Europa y EEUU
¿Tan mal va el mundo?
Jamás en la historia un emperador o un rey ha tenido tanto poder como el que posee la oligarquía del poder financiero en la actualidad. Son las bolsas que deciden quién vive y quién muere. Pueden comer 12.000 millones de personas, el doble de la población mundial. Pero cada cinco segundos, un niño menor de 10 años muere de hambre. ¡Es un asesinato!
¿De ahí viene el odio del que habla? ¿Por qué nos odian?
Hay que distinguir dos tipos de odio. Uno, primero, patológico, como el de Al Qaeda, que asesina a inocentes con bombas. Pero nada justifica esta violencia, ¡nada! Y de eso no trata mi libro. Me refiero a un odio meditado, que pide justicia y compensación, que llama a romper con el sistema estructural del mundo, dominado por el capitalismo.
¿Lecciones? Es peor aún: esos bandidos de especuladores que provocaron la crisis y la quiebra del sistema occidental atacan ahora productos como el arroz y el trigo. Hay miles de víctimas más que antes. Hay que sentar a esos especuladores en el banquillo. ¡Hay que celebrar un Núremberg para ellos!
Usted trabaja en la ONU. ¿No cree en el papel de la comunidad internacional?
El mero hecho de que la comunidad internacional sea consciente de los problemas del mundo es positivo. Los Objetivos del Milenio no se han cumplido, pero no soy una persona escéptica.
¿No cree, sin embargo, que a Occidente sólo le interesa Occidente y que mantiene adrede al Tercer Mundo en la pobreza?
¡Es verdad! Pero no se trata de donar más, sino de robar menos. En África se pueden encontrar productos europeos más baratos que los locales, mientras que la gente se mata trabajando. ¡La hipocresía de los europeos es bestial! Nosotros generamos hambre en África, pero cuando los inmigrantes llegan a nuestras costas en pateras, los echamos. ¡Para acabar con el hambre, se necesita una revolución!
¿En Occidente? ¿Esto es posible?
La sociedad civil se ha despertado. Hay movimientos como Attac, Greanpeace y otros que hacen una crítica radical del orden mundial. En Occidente tenemos democracias, pero practicamos un fascismo exterior. Aunque en democracia no hay nada imposible. "El revolucionario debe ser capaz de oír la hierba crecer", dijo Karl Marx.
En su libro habla de la Bolivia de Evo Morales como ejemplo.
Es un caso ejemplar. Por primera vez en su historia, el pueblo boliviano eligió como presidente a uno de ellos, un indígena aimara. Y en seis meses expulsaron a las empresas privadas que se quedaban con todos los beneficios de las energías del país. El Gobierno pudo con esos millones ganados lanzar programas sociales y Bolivia es ahora un Estado floreciente y, sobre todo, soberano. Ojo, no soy un ingenuo, pero en Bolivia la memoria herida del pueblo se convirtió en una lucha política, en una insurrección identitaria.
En otros términos, Morales se merecía más el Nobel de la Paz que Obama.
¡Claro! El Nobel de Obama era ridículo, era una operación de marketing.
¿Obama no traía consigo ninguna esperanza?
Ver una cara negra de presidente de Estados Unidos en la portada de grandes revistas ha sido increíble, sobre todo porque el bisabuelo de la esposa de Obama era un esclavo. Pero sólo es un símbolo. El imperio americano son tres cosas: la industria del armamento, Wall Street y el lobby sionista. Obama sabe que si toca alguno de los tres está muerto. Y no lo hará. La esperanza viene de la sociedad civil. Si se consigue crear una alianza planetaria de todos los movimientos de emancipación, de Occidente y del Sur, entonces habrá una revolución mundial, una revolución capaz de acabar con el orden caníbal del mundo.
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