José Bengoa conoce como pocos al  Pueblo Mapuche. Ha estudiado su historia y entrevistado a grandes  dirigentes sociales y políticos, experiencia que ha plasmado en una  extensa bibliografía que habla de despojo y colonialismo. A un mes de  iniciada la huelga de hambre de presos mapuches acusados de terrorismo,  entrevistamos al destacado académico.
Antropólogo, filósofo y Premio Nacional de Historia, José Bengoa es una de las voces más autorizadas a la hora de referirse al pueblo mapuche en Chile. Autor de la monumental Historia del Pueblo Mapuche  y del ensayo “Historia de un Conflicto: El Estado y los Mapuches en el  Siglo XX”, sus investigaciones antropológicas e históricas han nutrido a  numerosas generaciones de mapuches en la búsqueda de aquella parte de  la historia silenciada por la academia oficial.
Ex director en los 90′ de la Comisión  Especial de Pueblos Indígenas (Cepi), integrante de la Comisión Verdad  Histórica y Nuevo Trato durante el gobierno de Ricardo Lagos,  y miembro de la Subcomisión de Promoción y Protección de los Derechos  Humanos de la ONU, su experiencia en el ámbito del derecho internacional  humanitario resulta clave además para desnudar el doble estándar del  Estado chileno frente a la demanda mapuche.
Sobre la huelga de hambre que se  desarrolla en prisiones, las acusaciones de terrorismo que pesan sobre  dirigentes y organizaciones, el rol de la prensa y los desafíos  políticos que implica superar un conflicto en apariencia interminable,  conversó Bengoa con el periódico Azkintuwe.
- Nuevamente una huelga de hambre es protagonizada por mapuches en las cárceles del sur. ¿Qué le parece?
La huelga de hambre siempre es un  recurso extremo, al que tienen derecho las personas que sienten que sus  derechos están siendo violados. Es el caso de los presos políticos  mapuches, en particular de todos aquellos que están siendo acusados de  diversas materias que no tienen siquiera que ver con delitos comunes, o  que si así lo fuesen serían materia de un juicio corriente o a veces  incluso de un Juzgado de Policía local. Si no se les aplicara la Ley  Antiterrorista estarían en libertad. Hay aquí una situación aberrante  que hemos denunciado desde hace ya muchos años. En algunos casos la  prueba ha sido tener un bidón de bencina en la casa, lo que es  absolutamente normal en una casa de agricultores que tienen motosierras y  herramientas que requieren de ese combustible. Durante años los juicios  han expresado exclusivamente la prepotencia del poder, como en el caso  de Agustín Figueroa, quien logró revertir los fallos  que no le daban la razón empleando todo el poder que le otorga esta  sociedad. Así hay numerosos casos. Prueba de ello que cuando se ha ido a  la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, se ha acogido la demanda de los comuneros señalando la ausencia de juicios justos.
- ¿Que opinión le merece que a los mapuches se los acuse en Chile de “terrorismo”?
El “terrorismo” siempre es y ha sido una  construcción del Estado. Se acusa a quien se quiere castigar de  “terrorista”. ¿Cuántas veces no ocurrió en Chile? ¿Cuántos acusados de  terrorismo en el mundo no han ganado posteriormente el Premio Nobel de  la Paz? Es una herramienta malvada del Estado y en este caso del Estado  chileno. Además muy poco adecuada. Cuando se acusa de terrorismo las  personas son criminalizadas y se desata una espiral que es muy compleja y  a veces muy difícil posteriormente de resolver. He estudiado la casi  totalidad de los juicios, los que son públicos, y me cabe la convicción  de que las acusaciones son absolutamente injustificadas. Durante los  gobiernos pasados se criminalizó de un modo inaceptable el “conflicto  mapuche”.
- En muchos casos las  acusaciones de la fiscalía no logran desembocar en fallos condenatorios.  Muchos comuneros, tras largos períodos en prisión, han sido absueltos  finalmente. ¿Lo judicial como una herramienta de contención?
Creo que son procesos judiciales  puramente de intimidación. La mayor parte de los casos concretos son  situaciones locales de viejos conflictos entre propietarios y  comunidades. Nunca a nadie se le ocurrió que un conflicto de límites,  una reivindicación territorial, deslindes, etc… fuera terrorismo. Hay un  gravísimo error conceptual y a lo más una enorme desproporción que  cuando los juicios avanzan no resisten el valor de la prueba. El Estado y  el Gobierno fue presionado por una serie de fantasmas, muchos de ellos  de carácter internacional, que veían en las acciones reivindicativas de  jóvenes mapuches, a figuras como Bin Laden o cualquier  otro constructor de “la guerra contra el mal”. La presión de los  intereses regionales fue y ha sido muy fuerte. Con una gran  irresponsabilidad el diario El Mercurio asumió  esos intereses de manera ciega y con el ánimo de confundir y erosionar a  los Gobiernos de la Concertación, el famoso Plan de Desalojo, levantó  el fantasma del terrorismo.
- ¿Observa una estrategia de El Mercurio al respecto?
Un análisis sereno de las informaciones  de este diario muestra que se trató al menos de una campaña orquestada y  sistemática. El Decano de la Prensa suele poner la agenda informativa  en Chile. El terrorismo del sur fue repetido sin pensar por los canales  de televisión que construyeron de modo irresponsable la imagen de  ingobernabilidad. Los Gobiernos de la Concertación, siempre temerosos de  lo que les dijera el diario El Mercurio, asumieron en la práctica que  se trataba de terrorismo y aplicaron la famosa y maldita ley. Así la  espiral ha seguido. Las palabras sacan palabras, los hechos, hechos. El  actual gobierno se tendrá que tragar los dichos por sus corifeos. La  construcción del terrorismo del sur de Chile se deshacerá y vemos que Piñera se puede enfrentar a uno de sus problemas más complejos: la presión de la sociedad y elites regionales y los dichos de sus ad láteres, y la presión nacional e internacional que a no dudarlo si continúa la huelga de hambre va a explotar.
- ¿Actúan los grandes medios como voceros de aquellas elites contrarias a la demanda mapuche?
Los medios de comunicación en Chile han  llegado a un grado de monopolio y control espectacular. Lo que no les  interesa a sus propietarios, que coinciden con los grandes propietarios  de todo y ahora del poder político del ejecutivo, no existe, y esa es  una verdad del tamaño de una catedral. La huelga de hambre ha sido  silenciada. Pero cuidado que es la peor política, ya que en estos casos  cuando la situación se pone crítica, ojala que no llegue al nivel de  peligrar las vidas de los huelguistas, va a explotar. Las consecuencias  no las podemos siquiera imaginar.
- ¿Qué piensa cuando escucha hablar tan ligeramente de vinculaciones mapuches con grupos guerrilleros de otras latitudes?
Que se trata de acusaciones sin  fundamento y que solo expresan el racismo de ciertos sectores que  consideran que los mapuches no son capaces de llevar en forma autónoma  un movimiento de estas características. Los dirigentes mapuches no  tienen nada que ir a preguntarles a los vascos u otros pueblos en  situaciones radicalmente diferentes y en contextos políticos muy  distintos. Muy diferente es que haya solidaridad entre los pueblos. Hay  una paradoja en todas estas acusaciones de apoyo internacional. Las  elites del país están orgullosas de la globalización, pero aceptan las  redes globales solamente en lo que les interesa. Cuando no es así acusan  de “ingerencia extranjera” en los asuntos nacionales. Alguien podría  preguntarse por el doble estándar.
- Usted participó activamente  del proceso que desembocó en la actual Ley Indígena, ello a comienzos de  los 90′. ¿Cómo calificaría las políticas indígenas de los últimos  gobiernos? ¿Se ajustan a estándares de países democráticos?
Ha habido aspectos sin duda positivos  relacionados con un mayor reconocimiento de la existencia de los pueblos  indígenas de Chile, lo que se ha expresado en mayor visibilidad de  estos asuntos, en políticas de educación, bilingüismo, salud  intercultural, fomento a las culturas, que antes no existía. La misma  política del Fondo de Tierras es algo nuevo y producto de políticas  favorables a las causas indígenas. Sin embargo, estas políticas han sido  muy contradictorias. En ningún momento ha habido un reconocimiento de  un real sujeto indígena, una contraparte con la cual establecer un  diálogo sin consideraciones previas ni cortapisas. Con los años las  políticas indígenas se quedaron sin contrapartes fuertes, las que fueron  ignoradas cuando existían, y solamente se aplicaron políticas  clientelísticas, que obviamente no lograron resolver nada importante. El  caso más ejemplificador es el del Programa Orígenes que si bien tuvo  muy buenas y correctas intenciones se fue desperfilando hasta llegar a  ser un sistema de reparto de dádivas a clientes. A eso se suma la  maquinaria clientelística local y regional que es muy fuerte y que no  tiene interés en permitir la construcción de sujetos colectivos y por  tanto es muy eficaz cuando se trata solamente de “repartir”.
- En este plano, ¿qué opinión le merece la constante estrategia de las autoridades de llevar el conflicto a tribunales?
Personalmente creo que la  judicialización de los conflictos de carácter social es el camino peor  ya que se produce cuando se niega la política. Estos conflictos son  fundamentalmente políticos y la autoridad los debe entender como tales.  La política significa siempre reconocer a los interlocutores, establecer  bases de discusión, llegar a acuerdos y por cierto a desacuerdos, etc…  Cuando los caminos políticos se cierran queda como argumento la  judicialización de la política, que es sin duda un camino muy poco  adecuado para los conflictos sociales. Lamentablemente lo que uno  observa es que crecientemente al abandonarse la política se lleva el  conflicto a los Tribunales. Pero estos por su naturaleza verán caso a  caso. No habrá por tanto políticas adecuadas lo que conllevará a mayores  dificultades, penurias, y sin duda nuevos conflictos.
- Chile se prepara para las  celebraciones del Bicentenario. ¿Existe a su juicio una deuda pendiente,  no abordada debidamente, de Chile con el pueblo mapuche y con su propia  historia?
Lo escribimos hace ya tiempo en la  Trilogía del Bicentenario, diciendo que es el hecho mas lamentable que  para el Bicentenario no exista un mínimo de acuerdos, de memorias  compartidas entre el Estado, la sociedad chilena y el pueblo mapuche en  este caso. Cuando escucho a quienes dicen que “no tenemos nada que  celebrar”, creo que tienen la razón. Muchos creímos que estas fechas  emblemáticas podían ser una ocasión para que las así llamadas “Memorias  Subalternas” se hicieran parte, o al menos fueran conmemoraciones. A la  primera convocatoria de una Comisión del Bicentenario asistimos y  participamos Elicura Chihuailaf, Sonia Montecinos y el  que habla, pensando que quizá podría hacerse algo. Algo tratamos de  hacer. Al poco tiempo nos dimos cuenta que se iba desdibujando y  cerrando las posibilidades de hacer cosas, y con el tiempo se acabó  todo; la misma Comisión no se reunió nunca más y se clausuró sola; nadie  la sepultó ni le rezó un responso. Muy lamentable experiencia. Me temo,  como ya se está viendo en los programas de la televisión con ocasión  del Bicentenario, que va a haber un uso folklorizante de la cuestión  indígena y una reducción de la misma a asuntos anecdóticos sacados de  contexto. En medio de las festividades pondrán a algunas niñas  pseudopascuenses a bailar, unos aymaras a danzar y una trutruca se  escuchará a lo lejos. En los cuatro días de celebraciones del próximo  mes de septiembre, todo el mundo estará de tal suerte borracho que no se  recordarán ni de los ancestros ni se tomará nota de la diversidad  cultural.
- ¿Vislumbra en el horizonte alguna salida política al escenario de conflictividad que se vive?
Las elites nacionales y sobre todo  regionales están muy lejos de aceptar la existencia de una sociedad y  pueblo mapuche en este caso dotado de personalidad propia. No ha habido  ni un solo cambio institucional en que se tome en cuenta a esta realidad  social del país. Por ejemplo, en los gobiernos regionales de áreas de  alta concentración indígena no existe ningún mecanismo para posibilitar  una participación adecuada, digna, correcta, en fin, reconocer en la  institucionalidad política del Estado la existencia indígena. En el caso  de los municipios, que fue una luz muy esperanzadora, tampoco ha  ocurrido nada. El Estado considera que los municipios donde hay mayoría  absoluta de población indígena no deben ser diferentes a los que no la  tienen. Los partidos políticos han sido muy mezquinos en esta materia y  salvo uno que otro caso, no consideran la incorporación por ejemplo de  candidatos indígenas en sus listas, privilegiándose los grupos de  presión y las camarillas como es público y notorio.
- ¿Y respecto del movimiento mapuche, de sus cuadros dirigenciales y políticas?
Las elites mapuches han visto cerrados  todos los caminos institucionales y eso es de una gravedad enorme. No es  lo que ocurrió en la mayor parte del siglo XX en que a lo menos  existían sistemas y líderes que establecían algún grado de  intermediación. Este cierre del sistema político convierte a todo quien  reclama o establece demandas en un sospechoso de estar fuera del  sistema. De allí a acusarlo de delincuente o simplemente de terrorista  como se ha señalado en sus preguntas más arriba, hay un solo paso. La  Comisión de Verdad Histórica y Nuevo Trato, señaló con fuerza este  asunto, propuso diversas alternativas, y todas ellas cayeron en el  canasto de los papeles. Es muy raro, pero es así, el sistema político  chileno no tiene ninguna disponibilidad a modificarse, a lo menos  incorporando las demandas más básicas de participación de los pueblos  indígenas. Al no existir sistemas de mediación institucional no cabe  mucha duda que el conflicto está a la vuelta de la esquina y  probablemente va a continuar y se va ha acrecentar.
Podríamos decir que esta impronta de  carácter colonial, la no inclusión de lo indígena como asunto  institucional de la política, es el elemento clave en el debate. Las  elites indígenas y en particular mapuche se han desarrollado de tal  suerte que consideramos, como observadores de esta realidad, que es  imposible volver atrás.
- ¿En qué ámbito observa usted este desarrollo de la actual dirigencia mapuche?
Las elites indígenas y mapuches en  particular poseen un explícito discurso post y anti colonial. No creo  que puedan aceptar el tipo de integración subordinada que ofrece el  Estado y en particular el Gobierno actual. Los gobiernos anteriores  también estaban imbuidos de estas ideas pero había en su interior  elementos más contradictorios, como por ejemplo el programa “Renacer”  que durante Bachelet se trató de poner en marcha y que  cayó de tal suerte que hoy es solamente un recuerdo para el estudio de  arqueólogos de las ideas. La lectura de los trabajos realizados en la  Fundación Paz Ciudadana, por quienes ahora son máximas autoridades de  gobierno, por ejemplo la Ministra Secretaria de Gobierno, muestra que la  tendencia a la reducción de la cuestión mapuche a un asunto de pobreza  es mayoritaria, clara y definida. No sólo no hay un reconocimiento del  sujeto en su particularidad sino que hay una apuesta a que el asunto  indígena se resuelve en el no reconocimiento, o en su reducción a pobres  o a personas con algunas características culturales y folklóricas  propias. No sabemos lo que va a ocurrir pero el asunto no se ve bien.
Por Pedro Cayuqueo
Temuco, País Mapuche / 09-08-2010
Fuente: www.azkintuwe.org

No hay comentarios:
Publicar un comentario