Martes, 10 de Enero de 2012 09:35  
 
   
   Elias Vera Alvarez 
 Desde
 el momento mismo de su última derrota electoral, la Concertación  ha 
ido de conciliábulo en conciliábulo tratando de definir  algún recurso 
político que le permita volver al gobierno en 2014. Aún cuando el escaso
 16 % de aprobación que revela la última encuesta de Adimark, no hace 
más que confirmar que la Concertación carece, tanto de fuerza social 
como de toda autoridad moral para nominar candidato presidencial alguno.
 
 
 
¿Bachelet? 
La
 Concertación piensa que la nominación anticipada de un candidato/a es 
mucho más importante que los objetivos programáticos que éste/a debiera 
encarnar, pues lo que le interesa  es un nombre que supuestamente le 
ofrezca mayores garantías de un regreso fácil al gobierno de la Nación. 
Ese nombre es, como se sabe, Michelle Bachelet. Pues, aunque cada uno de
 los partidos concertacionistas, habla de ir a primarias con otros 
candidatos de sus filas, ninguno niega la preponderancia de Bachelet  
sobre cada uno de ellos.  Bachelet es el único nombre que podría podría 
evitar la desaparición definitiva de la Concertación y ofrecerle la 
posibilidad de un nuevo período de gobierno. Por tanto, se trata  -antes
 que nada-  de una estrategia cuyo objetivo fundamental es  intentar 
salvar a la Concertación como coalición política y de proteger el 
presente y el futuro personal de cada uno de los parlamentarios y 
dirigentes concertacionistas. Los intereses del país y de la ciudadanía 
pasan  a un segundo plano. Como es habitual, el conglomerado omite 
elaborar estrategias o proyectos políticos orientados  a la 
transformación de la realidad nacional en concordancia con los anhelos 
de la gran masa ciudadana.
 
No
 sabemos con exactitud qué es lo que piensa Bachelet  ante la estrategia
 de la Concertación. Unos aseguran que será candidata, otros, que optará
 por afianzar su carrera internacional. De sus declaraciones en su 
reciente visita al país, en las cuales ha afirmado que no andaba 
vistiendo “traje de candidata”, se podría entender que el término 
complementario de aquella trunca afirmación, no puede ser otro que: “… todavía”.
 Hasta ahora ella no ha desmentido categóricamente que será candidata 
presidencial  en 2014 y, al contrario, se deja querer, se deja seducir y
 juega el juego ambiguo de los misterios. La única conclusión posible es
 que ella realmente sí quiere ser candidata, aunque no lo diga…, 
todavía, porque tampoco puede hacerlo.  Es necesario considerar que como
 portadora de un alto cargo dirigente de la ONU, no puede, en aras de su
 función y responsabilidad  y de su deber de lealtad y respeto al 
Secretario General que la designó en dicho cargo, andar anunciando 
prematuramente que, al mismo tiempo que ejerce sus funciones, también es
 candidata a la primera magistratura de su Nación de origen. 
 
Un nuevo momento histórico
Todo
 esto ocurre al concluir un año sacudido por distintas movilizaciones 
sociales expresivas del descontento ciudadano.  La movilización 
estudiantil ha revelado  y actualizado la existencia de una yacente, 
profunda y dolorosa  realidad social que tiene como bandera la 
impostergable  transformación política y social de la Nación. Decíamos 
hace algunos años atrás: “…mientras los borregos no adquieran real 
conciencia de su borreguismo, jamás van levantar la voz ni enarbolar 
bandera alguna tras una nueva Constitución Democrática. Seguirán 
culpando al empedrado...” Ese momento, por fin  ha llegado. Gracias 
al movimiento estudiantil, el borregismo nacional construido por el 
golpe armado derechista y refrendado legalmente en la Constitución 
Antidemocrática de 1980, ha comenzado a despertar.  Y comienza a 
hacerlo  desde las generaciones más jóvenes del pueblo.  El primer 
síntoma de este  despertar  lo constituyó, la traicionada rebelión de 
los “pingüinos” de 2006 y se encuentra ahora en proceso de desarrollo y 
consolidación en la actual movilización estudiantil. 
La
 historiografía deberá consignar en el futuro, como mérito exclusivo de 
los estudiantes y jóvenes del país, la eclosión en el período 2006-11 de
 un nuevo momento histórico en la política nacional. Un momento signado 
por el surgimiento de una nueva conciencia  social y política, la que se
 levanta desde el seno mismo de la dictadura, pues, son los hijos y 
nietos de ésta quienes la crean y le dan vida y expresión.  Se prueba 
una vez más que toda dictadura lleva en sí, los gérmenes de su propia 
destrucción.  Bajo el peso de la realidad que los agobia, por la fuerza 
del sentido común y bajo  el influjo de la protesta estudiantil , los 
borregos han comenzado a admitir la causa de su condición de servidumbre
 y explotación y han comenzado a apoyar la movilización de estudiantes y
 jóvenes.  Han comenzado a comprender que la lucha juvenil,  no es otra 
que la de ellos mismos. Y lo que es aún más importante, con el ejemplo 
de los estudiantes, han comenzado también a perder el miedo instalado en
 sus corazones por la dictadura  -primero armada y luego jurídica-  que 
dura ya 38 largos años. Aunque  esta lucha, que apenas comienza, predice
 duros batallas hacia adelante.
Una candidatura presidencial…¿para què? 
En
 medio de este escenario, la clase política continúa mirando hacia la 
pared y banaliza la importancia y significación de este despertar; 
continúa funcionando como si no ocurriera nada trascendente en el país y
 se da el lujo de pensar prematuramente en términos eleccionarios y 
 comienza a barajar distintos nombres de centro y de derecha, como 
eventuales candidatos a la próxima elección  presidencial. Desde el 
punto de vista de quienes comienzan a despertar políticamente y adhieren
 a la lucha estudiantil, la interrogante ha dejado de ser el nombre de 
éste o del otro candidato/a ; lo que interesa, es decir, la gran 
interrogante,  es y seguirá siendo, el PARA QUÈ de cualquiere eventual 
candidatura?  Este “¿para qué?”  es lo que ha de definir para la 
ciudadanía la trascendencia o intrascendencia de la elección 
presidencial próxima. 
 
La
 nueva conciencia social y política que despierta y se moviliza, 
necesita saber de qué modo esa candidatura presidencial puede ser 
expresiva o no de sus anhelos de justicia social, económica y política. 
Estos últimos 38 años, dicha conciencia  ha sido aplastada y hasta 
desmenuzada por una sucesión interminable de crímenes, de atropellos,  
de expoliación, de corrupción, de marginación, de ambigüedades, de 
traiciones y de desprecio. Consecuentemente, a esta nueva conciencia ya 
no le basta con políticas elaboradas para evadir toda modificación de 
las estructuras políticas y sociales del país, ni con iniciativas de 
protección social que sólo prueban la perpetuación de la injusticia y la
 marginación social. Ya no le basta con discursos sibilinos y falaces 
que no comprometen a nada o que anuncian realizaciones que no serán 
cumplidas. La nueva conciencia ya no puede seguir aceptando el perpetuo 
destierro de la justicia y de la ética de la praxis política. El 
candidato que represente a esta gran masa ciudadana debe  expresar de 
modo claro e inequívoco  cómo piensa acometer la transformación social, 
política y económica del país. Debe aclarar cómo piensa deben 
restituirse a la ciudadanía sus derechos soberanos… cómo piensa que debe
 llevarse a  cabo la transformación estructural del país y del Estado… 
cómo piensa que debe ponerse fin a la dictadura  constituciónal impuesta
 a sangre y duelo por la derecha armada. 
 
Por
 tanto, al contrario de lo que pretende la Concertación  -acuciada por 
el espejismo de su propio beneficio-  la primera condición a consolidar 
por quienes abogan por el cambio social, no es la de designar 
anticipadamente un candidato o candidata presidencial, sino determinar, 
clara y específicamente, “para qué” se necesita un candidato/a, cuestión
 previa y fundamental si se quiere dar expresión al sentir y pensar 
mayoritario de la ciudadanía. Según lo revelan las encuestas, la 
popularidad transversal de que goza Michelle Bachelet, sería una 
garantía de éxito electoral para quienes la apoyen, pero el pueblo 
chileno necesita muchísimo más que el éxito eleccionario que lo lleve a 
la presidencia de la República con ella; ya lo hizo durante veinte años 
al entregarle su confíanza a la Concertación y a cada uno de sus cuatro 
presidentes, sin lograr re-establecer ni su soberanía política, ni 
profundizar y ampliar la democracia, ni derribar los enclaves del poder 
dictatorial de la derecha, ni hacer mella en el salvajismo depredador 
del sistema económico neoliberal. 
 
De
 aceptar su candidatura, esperamos ver y oír a Bachelet en el momento 
oportuno, dando a conocer al país claramente su pensamiento respecto de 
todos los problemas fundamentales que lo aquejan y su voluntad de 
adoptar como suyo un programa político democrático para la 
transformación política y social que la ciudadanía exige. La popularidad
 de que goza le impondrá el deber moral de pronunciarse de modo 
prístino, valiente y categórico respecto a la trascendente tarea que el 
pueblo desearía encomendarle.
 
La subversión constructiva
La
 nueva conciencia que se levanta a hombros de la movilización 
estudiantil lleva en sí una impronta pura y auténtica de democracia, de 
libertad y de justicia social, imposible de desconocer o de eludir, pero
 que ha sido resistida de modo soberbio con la retórica demagógica y las
 medidas represivas que ha adoptado el gobierno de Sebastián Piñera en 
su contra. El nuevo momento histórico dictamina que ya no podemos seguir
 jugando el falso juego de la democracia dentro de un sistema despótico y
 opresivo, que margina e impide a la ciudadanía su libre y soberana 
expresión política. Este nuevo momento exige abandonar los eufemismos y 
que se llame dictadura a lo que es dictadura, que se llame mentira a lo 
que es mentira. O estafa a lo que es estafa. En suma, es el momento de 
comenzar a llamar las cosas por su nombre y dejar de adscribirse a las 
falacias y a las pirotécnias pseudo democráticas impuestas por la 
derecha y validadas por la Concertación. Los estudiantes nos demuestran 
que no temen a la calificación de subversivos o extremistas, lo que los 
enaltece, por la simple razón de que en un mundo de mentiras, la verdad 
siempre será subversiva. Más aún, porque su subversión es aquella que 
aspira a la ampliación de la democracia, de  la libertad y de la 
justicia social para las amplias mayorías ciudadanas y no aquella otra, 
la que tiene por objetivo suprimirlas, en beneficio de una minoría 
individualista, depredadora y codiciosa. Este nuevo momento histórico 
exige la presencia de hombres, mujeres y jóvenes imbuídos de valores 
éticos, de capacidad de raciocinio, de sentimientos de justicia, de 
humanismo. 
Todo
 hace presumir que las demandas de los estudiantes y la movilización de 
éstos, han de extenderse inevitablemente hacia otros sectores sociales y
 adquirirán  -independientemente de su resultado próximo o inmediato-  
un protagonismo fundamental en la próxima elección presidencial. Hasta 
ahora no se advierten signos de que la tozudez ideológica del gobierno 
vaya a ceder a la presión estudiantil en algún momento del año que se 
inicia, lo cual ocasionará que el petitorio de los estudiantes por un 
cambio del sistema educacional, ha de transformarse necesariamente en 
una plataforma de lucha generalizada de la ciudadanía por cambios 
estructurales en el sistema político y social. Y lo que debería ser una 
elección presidencial más, podría (¿debería?) adquirir carácter de 
verdadero plebiscito.
 
Otra vez… “el referente político necesario”. 
La
 perspectiva de una elección/plebiscito constituye una luz esperanzadora
 propicia para el cambio social y más aún, debiera ser el objetivo 
fundamental de la lucha ciudadana, encajonada en los márgenes 
restrictivos de la Constitución, del sistema binominal y del retrógrado 
ideologismo derechista. Pero, una luz esperanzadora en el camino, no 
deja de ser apenas una luz lejana y para llegar hasta ella es necesario 
la existencia de diversas condiciones, las cuales, si no existen 
debieran ser creadas. Estas condiciones indispensable son en el Chile de
 hoy, primero, un programa político transformador y luego una fuerza 
social organizada.  
 
 Hemos      Hemos señalado en un artículo anterior la necesidad de un referente 
político orientador de las expectativas de transformación política y 
social de la Nación. Es necesario insistir en ello. Esa altísima 
proporción mayoritaria de la ciudadanía que desea dar un vuelco radical a
 las actuales condiciones que la marginan de toda decisión relativa a 
sus propias existencias, carece de conductos orgánicos que le den 
expresión. Su convicción es que los partidos tradicionales, tanto de 
izquierda como derecha, dejaron de ser hace ya mucho rato funcionales y 
representativos de sus intereses. Sencillamente ya no sirven como 
mecanismos de la democracia y se hace necesario crear nuevas formas de 
participación ciudadana en la gestión política. Sin embargo, para que 
ello ocurra es indispensable la concurrencia de ideas y principios que 
den origen a un programa político que pueda concitar la aprobación 
mayoritaria de la ciudadanía, ya sea para un nuevo gobierno o para 
establecer una Constitución Política Democrática. Esta es la tarea 
primaria y anterior a la elaboración de cualquier estrategia por la 
disputa del gobierno o el poder político y por consiguiente, anterior a 
cualquier nominación en una elección presidencial. 
 
Como
 primer paso en dicha dirección, creemos necesaria la elaboración de un 
documento de  carácter principial, el que debiera referirse, mínimamente
 a tres aspectos primordiales de la acción política: 1) Una amplia 
declaración de principios referidos a ética política, al ejercicio de la
 soberanía ciudadana y a los Derechos Humanos. 2) Criterios 
fundamentales referidos a la organización democrática de la sociedad, a 
la organización del Estado, a la organización de la economía. 3) 
Directrices políticas y éticas para un programa de gobierno. Como lo 
hemos señalado anteriormente, este documento debe transparentar un 
carácter incluyente y unitario y debería ser expresión de todo aquello 
que la mayoría ciudadana considera lo que es racional, lo que es justo y lo que es ético en la gestión política. 
 
En
 la práctica, debe constituir un recurso inicial para la discusión y 
para la organización progresiva de los ciudadanos en torno a tareas 
políticas posteriores más ambiciosas y que requieren un grado más alto 
de organización. Inicialmente, promoverá la concordancia de aquellos 
millones de chilenos apartados trapacera- y deliberadamente de toda 
decisión política, tras el objetivo común de re-conquistar su condición 
de sujetos de la política y de re-asumir sus facultades de 
transformación de sus propias vidas. Una concordancia de este tipo debe 
traducirse de modo natural y en algún momento, en alguna forma de 
organicidad que dará fuerza y cuerpo a una instancia social operativa, 
expresiva de una sola voluntad política tras una nueva democracia. 
 
Antes
 de ello, dicho referente político hará posible la unificación de 
criterios y voluntades y será, a la vez, un medio para contrarestar la 
filosofía y la praxis de quienes utilizan la política sólo para cimentar
 posiciones de poder y beneficios particulares de un grupo o clase 
social. La derecha política esta totalmente inhabilitada,  histórica y 
moralmente, para la elaboración de una declaración de principios  que 
interprete los intereses de la ciudadanía en términos de democracia, de 
libertad y de justicia social. No puede hacerlo. Consecuentemente, el 
compendio principial que proponemos, reflejará por una parte el perfil 
ético y político de los portadores de esta nueva conciencia y actores 
del nuevo momento histórico y será, además, un valioso instrumento para 
la identificación de las artimañas políticas e intelectuales de quienes 
se oponen a la transformaciónes a que aspira la ciudadanía. 
 
 En los momentos en que escribimos estas líneas, nos enteramos del 
proyecto político de Giorgio Jackson, dirigido a crear un llamado 
Colectivo por la Revolución Democrática. A la vez, tenemos en la memoria
 el libro que edita Camila Vallejo, titulado: “Podemos transformar el 
mundo”. Y nos regocijamos por ello. Son constataciones de la nueva 
conciencia en acción en el nuevo momento histórico creado por ella 
misma.  Los estudiantes, principal fuerza social organizada tras la 
transformación de la sociedad, pueden asumir con plena autoridad moral e
 intelectual la creación del referente político que propiciamos.
 
La
 búsqueda anticipada de candidatos presidenciales en medio de la crisis 
social y política sin solución que vivimos,  es  escasamente razonable y
 apunta a estar colocando los bueyes delante de la carreta. Por lo 
demás, para los ciudadanos políticamente conscientes carece de sentido 
seguir haciendo lo de siempre, es decir, aceptando candidatos designados
 “por secretaría” y por terceros, sin haber decidido por sí mismos 
quienes y para qué. La experiencia de veinte años, ha invalidado 
totalmente el procedimiento.